martes, 1 de enero de 2013

Alfabetización en Sevilla

Bicheando por la red he visto que los datos que se aportaban desde la revista de IU procedían del anuario estadístico editado por el Ayuntamiento de Sevilla y correspondiente al año 2003. Supongo que se habrán extraído de los estudios estadísticos a partir de los que se elabora dicho anuario.

Creo, como dice Pedro, que esos datos habría que matizarlos. Se me ocurre que un estudio de los mismos que contemplara la incidencia de la desinstrucción por clases, géneros y etnias, sería muy interesante, aunque la distribución territorial que se apunta nos da algunas pistas sobre el asunto. Por el contrario, no creo que el aspecto de los alumnos que en ese momento aún no disponían de titulación sea muy relevante respecto a las cifras globales.

Sí se me plantean algunas reflexiones tras la lectura de ese artículo y los comentarios que ha suscitado. Lo primero que se me ocurre es el para qué de una escuela que, entre otras cosas, expende títulos a partir de un procedimiento examinatorio. Si, como reflejan los datos, casi la mitad de la población mayor de 15 años carece de titulación académica, ¿cuál es la funcionalidad de la institución escolar en lo que se refiere a la inserción laboral? Pero aún más, ¿qué valor real concede la sociedad a los títulos académicos aportados por la escuela? ¿qué miraríamos cada uno de nosotros a la hora de ofrecer a alguien un puesto de trabajo: su titulación académica u otras características de esa persona? No soy desde luego el primero en señalar que la escuela parece estar atravesando una profunda crisis,una crisis que va más allá de los métodos de enseñanza o los planes educativos o las sucesivas reformas. A mi juicio es una crisis que tiene más que ver con ese para qué que cité antes. Desde luego que la escuela cumple otras funciones nada desdeñables: guarda a los alumnos, les enseña la dirección del poder, les muestra el enorme valor de las conductas sumisas y concede carta de naturaleza legítima a unos conocimientos mientras que deslegitima otros. Por otra parte, ¿qué clase de trabajos esperan a los chicos y chicas que terminan la escolarización obligatoria, sobre todo, si lo hacen en la escuela pública?
Me parece que vivimos inmersos en universos demasiado pequeños, aunque con cuotas de poder bastante grandes aparentemente, y desde los que es fácil cometer la osadía de generalizar, de extrapolar nuestra situación vital. Es como si hubiéramos acabado creyéndonos que estamos en las capas sociales que estamos por nuestro propio esfuerzo y no por provenir, en la mayoría de los casos (hablo de los maestros y profesores), de determinados sectores sociales. Una mirada a nuestro alrededor, sobre todo los que trabajamos en la pública, y en determinadas zonas, bastaría para darnos cuenta de que la gente con la que trabajamos es bastante ajena a nuestras preocupaciones existenciales, y ello es porque tienen otras preocupaciones que son prioritarias y que suelen ser de un orden mucho más material. Podría parecer que la formación que les ofrecen nuestros centros les pondría en una mejor situación de cara a resolver esas preocupaciones materiales, pero nos olvidamos que ellos no se encuentran en el vacío, antes bien ven que sus padres, sus amigos, sus iguales, con o sin títulos, acaban teniendo, como clase obrera que son (y así se denominan) trabajos de clase obrera (ya lo dijo Willis hace mucho tiempo).

En cuanto a la apreciación que hacía Leo sobre por qué los políticos no nos consultan a los profesionales de la educación, (a "los que sabemos de esto", decía), creo que es evidente que muchos de esos políticos provienen precisamente de dicho campo profesional; los maestros y profesores hemos demostrado tener una versatilidad y una capacidad apabullantes: lo mismo hemos sido capaces de hacernos cargo de una delegación provincial de educación, que de una de economía y hacienda, de una dirección general de turismo que de bosques,...; sí Leo, sabemos de esto y de aquello... .Claro, uno no sabe bien si es que, al conocernos, esos políticos, que eran "compañeros hasta hace un rato", no se acaban de fiar, vienen a ser como aquel Marx, Groucho, que no se fiaba de un club que le admitiera como socio. ¿Qué es lo que ocurre en nuestros centros, en aquellos en los que trabajamos o en los que tenemos a nuestros hijos o a los de nuestros parientes o conocidos? ¿Cuántos de estos centros dedican el máximo de sus recursos y esfuerzos a aquellos que más los necesitan, a aquello, pobres en su mayoría, que llegan con más carencias a la escuela? ¿qué políticas se auspician desde la administración en tal sentido, y, en caso de declararse políticas de compensación, qué controles eficaces se llevan a cabo? Yo no sé lo que ocurrirá en vuestros casos, pero en el mío, lo que veo es que año tras año, se acaba poniendo a "los buenos con los buenos y a los malos con los malos", eso sí, por necesidades de una mejor organización del centro: Detrás de dicha organización suele haber intereses personales, corporativos, ...; esto no nos lo hacen los políticos, esto lo hacemos nosotros y la administración lo permite. Lo más curioso es que pese a actuar así, las prácticas educativas son iguales en unos grupos y en otros: se explica (no siempre), se hacen ejercicios que ayudan a controlar a los alumnos y se examina. Sorprendentemente, haciendo esto se esperan, o se dice que se esperan, resultados mejores. Cuando tales resultados no se obtienen, no se cuestiona el método empleado, sino que se utilizan los mismos para ratificar algo que ya sabíamos: los que se esfuerzan lo logran, y los que no pues es que no se esforzaron lo suficiente. Jamás se realiza un estudio sobre la correlación entre fracaso escolar, es decir, producido por la escuela, y condición socioeconómica de partida, repito, jamás, eso no nos corresponde a nosotros, nosotros somos profesionales de la enseñanza y enseñamos.

En el sitio en el que vivo y trabajo, el Aljarafe sevillano, la gente adulta carece en su mayoría de titulaciones académicas (y tentado estoy de añadir que ni falta que les hace). Pese a ello, se ganan la vida, algunos con extrema solvencia, participan activamente en la vida social, son cumplidores, algunos, y algo menos otros, como nosotros mismos, los titulados, ni más ni menos. Si uno se acerca a ellos con la debida humildad, sin espantarlos, ve que disponen de una visión rigurosamente ajustada y funcional de su entorno, y que esa visión les permite justamente una integración plena y rentable, o sea, eficaz y eficiente, en el entorno socioeconómico en el que viven, y que no es sólo un mercado, aunque desde luego, tampoco deja de serlo.

De momento va bien con lo dicho.

Salud-os

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